sábado, 27 de septiembre de 2014

Nubes.

Hoy es 27 de septiembre y ya haces 2 meses y 2 días fuera de mi vida. Pero parece que fue ayer cuando cerrabas la puerta, otra vez, a nuestra historia. Para reabrirla poco después, como si fuera tan fácil dañar y curar. Las heridas no sanan tan pronto… Pero tú creías que sí.
                Pues hoy, 27 de septiembre, te he soñado. En color y todo. Bastante nítido. Estábamos en mi sofá, o en mi cama, o en mi cocina. Estábamos. Tú y yo, juntos, que es lo importante.  ¿Te has dado cuenta de lo que han cambiado las cosas?, ya no es “estábamos nosotros”, ahora somos solamente tú y yo. Desde hace mucho tiempo. Más de dos meses y dos días. Echo de menos cuando éramos nosotros. Pues estábamos ahí, tú y yo, juntos. Pero no eras tú. Al menos no completo. Habían venido todas las cosas que me gustaban de ti, todas. Tu risa, tu voz, tu espalda, tus sonrisas, tus cariños, tus gracias, tus bromas… y todas esas cosas buenas que tenías. Y te acompañaba yo. Mi parte más imperfecta. O al menos, siempre me pareció no ser lo suficientemente buena para ti… Era todo perfecto, tus manos, mis manos, tus dedos acariciando mis hombros y tu boca riéndose cerca de la mía. Perfecto…
                ¿Sabes cuándo en esas películas, de repente se pone el cielo negro y empieza a llover y ahí sabes que va a pasar algo malo? Pues igual. De repente, venías tú. Pero tú entero, sin dejar todas esas cosas que no nos gustaban. Y empezaba a llover, sí, dentro de mi casa, pero ya no sé dónde llovía exactamente, si en casa o en mis ojos. Venías y deshacías todo lo bueno que había pasado en menos de dos segundos… Como siempre. Y realmente, por muchas lágrimas y por muchas mierdas que hubiera, te eché de menos igual. Cuando el sol me despertó por la mañana y vi que no estabas, me sentí como si hubiera pasado una excavadora por encima de mí, como si todas las fuerzas que tuviera en el cuerpo se evaporasen y solo me quedasen las ganas de llorar y que vinieras tú a consolarme. Como siempre hiciste. Como hacías tan bien. El problema, es que esta vez no puedes consolarme, esta vez no quiero que lo hagas.  Lo peor es que sólo tú podrías hacerme feliz…

                Pero ya no es por la mañana. Y ya han pasado dos meses y dos días, aunque para ser exactos aún quedan 6 horas para hacer esos dos días. Y la verdad, no quiero que me sigas doliendo, no quiero nubes. Y en nubes, nosotros, siempre fuimos expertos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario