"Hacía falta crecer, ¿no crees? Crecer o un golpe de realidad de esos que le gusta a la vida. Hizo falta darse cuenta de que la vida no era eso. No era como pensábamos. No se establecían las cosas así. Un "no" era un no y el amor no se empezaba de aquella forma... Pero sucedió todo. Todo. Pero bueno, consuela saber que siempre habría sido peor. ¿Peor? Sí. Mucho peor.
Dar las gracias a la fuerza cósmica que frenó las cosas cuando podían ser peor. Que hizo que no fueran peor, pero permitió que volver atrás tantos años fuera posible cada noche. Todas las noches. Que ver determinadas cosas hiciera recordar que había pasado, que era una parte inevitable e inolvidable, pero no en el buen sentido, de aquella vida.
Pero hizo falta crecer. Para darse cuenta de que aquello no estaba bien. Nada bien. Sin embargo, seguir ignorándolo como si formara parte de algún programa de televisión y no de la vida. Hasta hoy, que te mueres de ganas de contarlo, pero ¿vas a ganar algo?"
jueves, 10 de diciembre de 2015
martes, 6 de octubre de 2015
No es un día gris, tan sólo marrón.
Iba a escribir una entrada totalmente diferente, pero estando en clase y escuchando cosas, he decidido cambiar de idea. Dicen que lo mejor es contarlo, pero yo sigo sin atreverme a decirlo en voz alta, porque en el fondo soy una caguica. Por eso escribo esto, ya que no me atrevo, ya que no soy capaz, mejor soltarlo así, que se entere quien se quiera enterar y quien no, pues ya.
Tengo miedo. Un miedo atroz. Pero no soy capaz de manifestarlo. Nadie sabe del todo bien la batalla interior que he librado estos últimos 3 años. He estado al borde del precipicio mirándolo con completa indiferencia, porque ya me daba igual, ya no podía estar más abajo. Sin ganas de absolutamente nada, saliendo de cama para ir a las clases porque mis padres estaban gastándose dinero en mí. Si podía permanecer en cama el día entero, sin salir era perfecto, podía ahogarme en todos mis malos pensamientos y podía llevarlos sola, o eso creía. Pensaba que no era digna de nada de lo que tenía, que cualquiera de mis sueños eran metas imposibles que no estaban diseñadas para mí. Quizás otros las lograsen, pero yo nunca llegaría a materializarlas. Y que frustante llegó a ser no ser capaz de hacer lo que me gustaba. Pensaba que todo lo que yo hacía estaba mal, que no hacía nada más que equivocarme y que a todas y a cada una de las personas que habían estado a mi lado les daba igual. Les era completamente indiferente. Eran ajenos a mi dolor. Al dolor de su ausencia y a mis gritos de auxilio, pidiendo ayuda. Llegó un punto en el que escribir me ayudó. Soltaba todo lo que tenía dentro y ya. Fuera. Al menos por un rato. Luego los fantasmas volvían. Lo más triste, es que había gente que leía eso que yo escribía y que no fue capaz de ayudarme. Busqué el apoyo de las personas más cercanas a mí, pero luego caí en la cuenta, de que los gritos no me servían de nada y seguí igual. Continuaba en una espiral descendente cayendo en mis propios malos pensamientos, autoboicoteando cada momento de "alegría" que se me presentaba. Hasta que un día desperté. No fue fácil. Y no fue gracias a mí. Tuvo que acabarse una relación tóxica para que pasado un tiempo se encendiera algo en mí que decía "ya basta". Pero no bastó. Volvieron esas personas que yo había echado inconsciente o no tanto de mi vida, pero se volvieron a ir. No de mi vida, sino lejos, dejándome 5 días sumidos en el negro que era mi vida a la semana. A veces meses. Y tuvo que pasar casi un año desde la finalización de aquella relación para que diera el paso. Para que por fin sintiese algo de alegría dentro de mi. Y, juro, que me siento mil veces mejor. Es una sensación bonita. Porque estoy aprendiendo a quererme y empiezo a ver cosas bonitas en mí, cosas buenas. Pero tengo miedo, cualquier día malo amenaza con destruir esto que tanto me ha costado empezar a construir, amenaza con volver a sumirme en la oscuridad... Y no quiero, o no sé si en el fondo todavía no tengo fuerzas suficientes para decirle que no rotundamente.
Sé, a día de hoy, que algunas personas lo vieron, que sintieron mi grito... Pero lo que más me duele es que otra gente, mucha gente lo ignoró y me culpó de no querer hacer las cosas, pensando que yo decidía hacer todo así. Y que a día de hoy, aun intentan desestabilizarme sus acciones.
Pero hoy, no es un día negro, ni gris, sólo marrón. Y ser consciente de todo esto, me hace estar, al menos, un paso por delante de lo que lo estaba hace un año.
"¿Qué estoy haciendo con mi vida? Esta pregunta se agolpa en mi cabeza todos los días un mínimo de diez veces. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo he llegado hasta aquí? Sin más, he aceptado conformarme con lo que hay y no busco nada mejor.
He aceptado a la tristeza, la soledad y la pena como una forma de vida. Les he abierto la puerta de mi casa. Un día, que vinieron y llamaron a mi puerta, con las maletas en mano, les abrí y les invité a tomar un café. Pero a la hora de irse, les preparé las camas y les dije “No os preocupéis, hay sitio”. Y sin que me diera cuenta deshicieron las maletas y se acomodaron en mi casa. En mi vida. Pintándola a su semejanza. Triste, solitaria y con pena. ¿Lo peor? Todavía no me he atrevido a echarlas, a decirles un “LARGO DE MI CASA Y DE MI VIDA” contundente. Me he acostumbrado a ellas… Y ellas a mí.
Sin embargo, un día volvieron a llamar a mi puerta. Era la felicidad, la alegría de vivir y la esperanza. Las miré por la mirilla. Venían desnudas y sin maletas. Como si sólo estuvieran de paso. No queriendo invadir. Pero me asusté, me asusté de que sus consecuencias fueran demasiado buenas para mí y no quise abrirles la puerta. Las eché como simples oradores religiosos que vienen a venderte su ideología de una forma pedante y cansina. Y se fueron. Yo no me di cuenta de que su ausencia de maletas era porque las harían conmigo, las llenaríamos de cosas, para luego vaciarlas y volverlas a llenar de otras nuevas. Todas ellas cosas felices, recuerdos y momentos de felicidad. Pero se fueron. Sin su maleta. A hacer más agradable la vida de alguien que sí estuviera preparado para recibirlas con los brazos abiertos. Para pintar una casa imaginaria con sus colores y sus sonrisas. Mientras yo, tengo en mi cama durmiendo a tres extrañas que no tienen intención de irse, y que en vez de llenarme las maletas de la vida, me las vacían.
¿Qué estoy haciendo con mi vida?" Texto del 7 de Agosto del 2013.
Tengo miedo. Un miedo atroz. Pero no soy capaz de manifestarlo. Nadie sabe del todo bien la batalla interior que he librado estos últimos 3 años. He estado al borde del precipicio mirándolo con completa indiferencia, porque ya me daba igual, ya no podía estar más abajo. Sin ganas de absolutamente nada, saliendo de cama para ir a las clases porque mis padres estaban gastándose dinero en mí. Si podía permanecer en cama el día entero, sin salir era perfecto, podía ahogarme en todos mis malos pensamientos y podía llevarlos sola, o eso creía. Pensaba que no era digna de nada de lo que tenía, que cualquiera de mis sueños eran metas imposibles que no estaban diseñadas para mí. Quizás otros las lograsen, pero yo nunca llegaría a materializarlas. Y que frustante llegó a ser no ser capaz de hacer lo que me gustaba. Pensaba que todo lo que yo hacía estaba mal, que no hacía nada más que equivocarme y que a todas y a cada una de las personas que habían estado a mi lado les daba igual. Les era completamente indiferente. Eran ajenos a mi dolor. Al dolor de su ausencia y a mis gritos de auxilio, pidiendo ayuda. Llegó un punto en el que escribir me ayudó. Soltaba todo lo que tenía dentro y ya. Fuera. Al menos por un rato. Luego los fantasmas volvían. Lo más triste, es que había gente que leía eso que yo escribía y que no fue capaz de ayudarme. Busqué el apoyo de las personas más cercanas a mí, pero luego caí en la cuenta, de que los gritos no me servían de nada y seguí igual. Continuaba en una espiral descendente cayendo en mis propios malos pensamientos, autoboicoteando cada momento de "alegría" que se me presentaba. Hasta que un día desperté. No fue fácil. Y no fue gracias a mí. Tuvo que acabarse una relación tóxica para que pasado un tiempo se encendiera algo en mí que decía "ya basta". Pero no bastó. Volvieron esas personas que yo había echado inconsciente o no tanto de mi vida, pero se volvieron a ir. No de mi vida, sino lejos, dejándome 5 días sumidos en el negro que era mi vida a la semana. A veces meses. Y tuvo que pasar casi un año desde la finalización de aquella relación para que diera el paso. Para que por fin sintiese algo de alegría dentro de mi. Y, juro, que me siento mil veces mejor. Es una sensación bonita. Porque estoy aprendiendo a quererme y empiezo a ver cosas bonitas en mí, cosas buenas. Pero tengo miedo, cualquier día malo amenaza con destruir esto que tanto me ha costado empezar a construir, amenaza con volver a sumirme en la oscuridad... Y no quiero, o no sé si en el fondo todavía no tengo fuerzas suficientes para decirle que no rotundamente.
Sé, a día de hoy, que algunas personas lo vieron, que sintieron mi grito... Pero lo que más me duele es que otra gente, mucha gente lo ignoró y me culpó de no querer hacer las cosas, pensando que yo decidía hacer todo así. Y que a día de hoy, aun intentan desestabilizarme sus acciones.
Pero hoy, no es un día negro, ni gris, sólo marrón. Y ser consciente de todo esto, me hace estar, al menos, un paso por delante de lo que lo estaba hace un año.
"¿Qué estoy haciendo con mi vida? Esta pregunta se agolpa en mi cabeza todos los días un mínimo de diez veces. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo he llegado hasta aquí? Sin más, he aceptado conformarme con lo que hay y no busco nada mejor.
He aceptado a la tristeza, la soledad y la pena como una forma de vida. Les he abierto la puerta de mi casa. Un día, que vinieron y llamaron a mi puerta, con las maletas en mano, les abrí y les invité a tomar un café. Pero a la hora de irse, les preparé las camas y les dije “No os preocupéis, hay sitio”. Y sin que me diera cuenta deshicieron las maletas y se acomodaron en mi casa. En mi vida. Pintándola a su semejanza. Triste, solitaria y con pena. ¿Lo peor? Todavía no me he atrevido a echarlas, a decirles un “LARGO DE MI CASA Y DE MI VIDA” contundente. Me he acostumbrado a ellas… Y ellas a mí.
Sin embargo, un día volvieron a llamar a mi puerta. Era la felicidad, la alegría de vivir y la esperanza. Las miré por la mirilla. Venían desnudas y sin maletas. Como si sólo estuvieran de paso. No queriendo invadir. Pero me asusté, me asusté de que sus consecuencias fueran demasiado buenas para mí y no quise abrirles la puerta. Las eché como simples oradores religiosos que vienen a venderte su ideología de una forma pedante y cansina. Y se fueron. Yo no me di cuenta de que su ausencia de maletas era porque las harían conmigo, las llenaríamos de cosas, para luego vaciarlas y volverlas a llenar de otras nuevas. Todas ellas cosas felices, recuerdos y momentos de felicidad. Pero se fueron. Sin su maleta. A hacer más agradable la vida de alguien que sí estuviera preparado para recibirlas con los brazos abiertos. Para pintar una casa imaginaria con sus colores y sus sonrisas. Mientras yo, tengo en mi cama durmiendo a tres extrañas que no tienen intención de irse, y que en vez de llenarme las maletas de la vida, me las vacían.
¿Qué estoy haciendo con mi vida?" Texto del 7 de Agosto del 2013.
martes, 29 de septiembre de 2015
4.362'4 km.
Te echo de menos. Echo de menos la rutina contigo, que suene el despertador a las 7 y que vengas a despertarme cuando no quiero hacerlo. Que me digas "tienes que levantarte" o "en cinco me voy". Pero sobretodo que te vuelvas a meter en cama para abrazarme un poco antes de irte, mientras yo sigo casi dormida. Porque llegas helado a cama y yo me pego a ti por el gusto del contacto con tu piel fría. Echo de menos pelearme contigo, que me hagas pasar vergüenza o que me vaciles. Que te rías de mí porque soy mala a los juegos o porque me empeño en ganarte con mazos de mierda. Echo de menos cuando no suena el despertador,porque me despierto y puedo admirarte. Que te vayas despertando poquito a poco y que yo pueda verlo. Echo de menos relajarme porque estás a mi lado, sentir que casa es dónde tú estás, no un lugar. Echo de menos que me llames tonta, o que te diga que te rías de mis bromas aunque no tengan ni puta gracia. Echo de menos beber cerveza contigo, que luego tenga que llevar tu coche para casa y que me vengas liando la cabeza mientras conduzco. Pero sobretodo, reírme a tu lado. Escucharte hablar enfadado diciendo tonterías, que bailes cosas sin sentidos o que cantes "porque eres un estúpido, cupido, presumido..." siempre. Pero siempre que te llamo estúpido. Echo de menos que me abraces fuerte, que me des un beso y esas guerras que iniciamos tú y yo. Echo de menos despertarme de noche y cogerte la mano, o descubrir que me estás abrazando dormido... O que me despiertes porque estás buscándome para abrazarme dormido. Echo de menos que me des siempre la espalda mientras duermas y que te enfurruñes porque yo hago exactamente lo mismo. Echo de menos escucharte decir mi nombre con ese tono "condescendiente" (pero condescendiente con el significado que le doy yo). Que busques las palabras que uso, que me digas que no significan lo que creo y que te diga que me da igual, que las seguiré usando de la misma manera. Echo de menos hacerte cosquillas, que protestes e ignorarte para seguir hasta enfadarte. Que luego busques hacerme cosquillas y protestar, pero contraatacar. Echo de menos lo que todavía no he hecho contigo, todas las cosas que quiero pasar junto a ti y todas las cosas que quiero hacer a tu lado.
Te echo de menos como si hiciera un siglo que no te veo, y sólo han pasado 10 días, y aún nos quedan 77 días.
Vuelve.
Te echo de menos como si hiciera un siglo que no te veo, y sólo han pasado 10 días, y aún nos quedan 77 días.
Vuelve.
viernes, 7 de agosto de 2015
Farolillos.
Del espectáculo de verlo dormir me quedo, supongo, con el momento en el que se gira hacia mi y me abraza o, quizás, cuando entra la luz de la mañana y puedo verle la carita mientras está completamente dormido. Quizás esos dos momentos son mis favoritos. Lo peor, es que llevo seis meses viéndolo dormir casi a diario y aún así me alegra despertarme antes que él para pasarme una hora o dos mirándole mientras duerme... O pensando alguna maldad para despertarlo.
De cuando está despierto me quedo... Con todo, sin duda. Con sus tonterías, sus vaguedades, sus ganas de hacer cosas, su risa, sus mimos, que no me deje cocinar tranquila porque sabe que voy a salir completamente perjudicada de ello, con sus besos en la frente... Con todo, vaya.
Es que, en seis meses ha cambiado todo. Ha traído el sol. La luz. Pero sobretodo, ha traído mis ganas. Y por esto último, sólo por eso, es imposible que no lo quiera.
De cuando está despierto me quedo... Con todo, sin duda. Con sus tonterías, sus vaguedades, sus ganas de hacer cosas, su risa, sus mimos, que no me deje cocinar tranquila porque sabe que voy a salir completamente perjudicada de ello, con sus besos en la frente... Con todo, vaya.
Es que, en seis meses ha cambiado todo. Ha traído el sol. La luz. Pero sobretodo, ha traído mis ganas. Y por esto último, sólo por eso, es imposible que no lo quiera.
sábado, 23 de mayo de 2015
17 y subiendo.
¡Qué fácil sería dejarlo ir!
Y, sin embargo, que triste. Explícame cómo rebobinar esta historia, cómo consigo volver a atrás. cómo dejar de sentir este miedo atroz. Me paraliza la idea, la simple idea de que todo cambie...
Por eso no quiero que vuelvas, no quiero. Porque te vas a volver a ir, y así siempre. Te vas a ir justo cuando más a gusto estoy... Como esta vez. Volverás y te irás, sucesivamente y yo retrocederé mil pasos en los insoportables días de tu ausencia. Le daré vueltas a la cabeza para convencerme de que no soy suficiente, para hacerme ver que es imposible... Nadie puede querer a alguien tan roto.
Pero, para mi sorpresa, a veces pienso que lo haces.
lunes, 9 de febrero de 2015
Caperucita y lobo.
"Llevaba tiempo vestida con su piel. Cegada por una falsa luz, viendo al lobo disfrazado de cordero sin darse cuenta del engaño. ¿Cuántas veces no nos ha pasado? Ella lo miraba y lo adoraba. Pensaba que la vida era eso. Que la felicidad eran pequeños momentos, fugaces tal vez. Pero el dolor estaba siempre. Siempre había dolor. Se creyó que las relaciones tenían que ser así, dañinas, que te hicieran llorar. Cuánto más sufrieras por esa persona más sentías por ella. Y no se equivocaba. Sentía muchísimo. Sentía por los dos. Sentía por una persona que no daba ni un duro por ella, por una persona que no quería su felicidad por miedo a que cuando la encontrase, se fuera con ella y lo dejase solo.
El lobo, que sólo se dejaba ver en contadas ocasiones, sabía mantener su engaño muy bien. Jugaba dos papeles bien jugados. Sabía cuándo mostrarse tal como era. Engañaba a Caperucita con una sonrisa. Con palabras bonitas. Para luego comerse su autoestima, su personalidad y sus ganas de vivir... Y así mantenerla cerca de él para siempre. Él sólo quería el envoltorio de Caperucita. Lo demás le sobraba. No le servía una persona capaz de pensar por sí misma. Una persona así se habría ido.
Al final, pasó el tiempo. Y Caperucita, que siempre había sido muy lista, se dejó engañar. Tonta de ella. Y al final fue lo que quería el lobo, un cuerpo vacío. Ausente de todo. Anulada como persona. Su trofeo personal... Y fueron pasando los días, los meses e incluso los años. Hasta que un día, algo cambió, al lobo le iba empezando a quedar pequeño el disfraz de cordero y Caperucita le vio las orejas y empezó a reaccionar. Pero no era tan fácil llenar el vacío de su interior... Pero poco a poco se iba llenando de cosas, de opiniones, de contestaciones... Hasta que el lobo decidió actuar haciendo lo que mejor sabía, intentar anular otra vez, hacer lo de siempre para que Caperucita volviese a ser lo que era. Pero esta vez Caperucita huyó. Corrió rápido.
Pero, aun después de que haya pasado tiempo, a Caperucita le cuesta llenar el vacío de su interior."
El lobo, que sólo se dejaba ver en contadas ocasiones, sabía mantener su engaño muy bien. Jugaba dos papeles bien jugados. Sabía cuándo mostrarse tal como era. Engañaba a Caperucita con una sonrisa. Con palabras bonitas. Para luego comerse su autoestima, su personalidad y sus ganas de vivir... Y así mantenerla cerca de él para siempre. Él sólo quería el envoltorio de Caperucita. Lo demás le sobraba. No le servía una persona capaz de pensar por sí misma. Una persona así se habría ido.
Al final, pasó el tiempo. Y Caperucita, que siempre había sido muy lista, se dejó engañar. Tonta de ella. Y al final fue lo que quería el lobo, un cuerpo vacío. Ausente de todo. Anulada como persona. Su trofeo personal... Y fueron pasando los días, los meses e incluso los años. Hasta que un día, algo cambió, al lobo le iba empezando a quedar pequeño el disfraz de cordero y Caperucita le vio las orejas y empezó a reaccionar. Pero no era tan fácil llenar el vacío de su interior... Pero poco a poco se iba llenando de cosas, de opiniones, de contestaciones... Hasta que el lobo decidió actuar haciendo lo que mejor sabía, intentar anular otra vez, hacer lo de siempre para que Caperucita volviese a ser lo que era. Pero esta vez Caperucita huyó. Corrió rápido.
Pero, aun después de que haya pasado tiempo, a Caperucita le cuesta llenar el vacío de su interior."
miércoles, 4 de febrero de 2015
Llueve por no llorar.

Qué maldita manía tengo de pensarte cuando mejor estoy. De sentirme mal por seguir adelante, queriéndome aferrar a ti, con fuerza.
Maldita la manía de compararte, de pensar que todos son igual que tú. Y a veces, incluso, que tú eras mejor. Aunque no sea verdad.
Maldita manía de desearte aquí abrazándome otra vez. Que se me pasa al segundo, cuando te recuerdo de verdad.
Y qué maldita manía tengo de auto-hundirme cuando estoy asomando la nariz del agujero en el que me has metido. Tan profundo. Que a veces parece que me da miedo la vida fuera de él.
Creo que debería llorar hasta hartarme dentro del agujero, y luego salir. Pero ya no te puedo llorar, ya no me sale. He dejado de sentir las emociones suficientes hacia ti como para llorarte.. Ahora solo siendo todo el dolor que me provocaste.
Cuando se ha ido el amor, que era lo que me protegía de sentir esto, el dolor me ha atacado de golpe. Y no sabes lo molesto que es, tampoco creo que lo sepas nunca. Nunca dejarás que nadie te afecte tanto. Nunca te mostrarás vulnerable con alguien como para implicarte de la misma manera que yo contigo.
Me dueles porque has hecho estragos de mi. Porque no puedo salir adelante, porque has conseguido que me auto-boicotee y estarás orgulloso de joderme de esta manera.
Ojalá hoy pudiera llorarte, llorarte hasta no poder más. Así me quitaría lo que llevo dentro. Pero no puedo. Por eso llueve.
sábado, 31 de enero de 2015
9 horas 42 minutos.
Fuiste mi sastre de sonrisas, las mariposas que sentí dentro. Fuiste mil noches por enloquecer y nos quedamos en 800. Fuiste la no tan suerte de mi vida.
Y verás, antes daría todo lo que tengo por ti. Antes besaría el suelo que pisabas. Pero ahora no. Y doy gracias. Porque aunque me cueste, aunque siga llorando, cada día abro más los ojos y te estás yendo poco a poco. En el fondo, eso me apena, me apena porque me sigues desgarrando el interior, cada vez desde más lejos... ¡Y tanto que tan lejos!
1.089 kilómetros y me sigues desangrando.
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