domingo, 28 de septiembre de 2014

Ayer, hoy y mañana.

Te quise. Te quise libre. Te quise dueño de ti y, a veces, de mí. Te quise por los dos. Te quería sonriendo, te quería dentro de mi dolor, como un dedo dentro de una herida. Te amé más de lo que lo hacía conmigo misma, cometiendo el error de no tener un salvavidas, de amarte sin amarme a mí. Te amé tanto que pensé que había robado el amor de todo el mundo, que era imposible que hubiese más amor en la tierra que el que yo sentía por ti. Te adoré. Sin más. Te puse en el pedestal de “una de las mejores personas que conozco”. Y ahí estabas. Tú solo. Te adoré hasta el punto de que todo lo que hacías me parecía bien, aun pareciéndome mal. Me contradije a mí misma, me enfadaba enamorándome más de ti. Desenfadándome al segundo. Y te quise. Joder si te quise. Te quise a pesar de romperme. A pesar de que me quemaba cerca de ti.
Te quiero. Te quiero porque aún dueles, por más que me esfuerce en alejarte de mi cabeza. Te quiero como si la mitad de las cosas no hubieran pasado. Te quiero igual que siempre. Como sólo yo te sé querer. Te quiero a pesar de estar rota en mil pedazos esparcidos por los huecos de tu cuerpo, esos que están diseñados para mí. Te amo porque ya no estás. Porque lo haces insufrible. Te adoro por todas esas cosas que me decías a veces, que conservo en mi memoria y sobretodo en… Bueno, mi corazón. Te adoro porque veías la esperanza en mí, y, sinceramente, sigue estando ahí. Esperando. O al menos la mitad de mi tiene esperanza. Y ya sabes de qué hablo. Te quiero porque has sido y serás. Te quiero a pesar de desear que ojalá me hubieses querido la mitad de la mitad de lo que yo te quiero. Ojalá me hubieses visto de la forma que yo te veía a ti.


Y te querré.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Nubes.

Hoy es 27 de septiembre y ya haces 2 meses y 2 días fuera de mi vida. Pero parece que fue ayer cuando cerrabas la puerta, otra vez, a nuestra historia. Para reabrirla poco después, como si fuera tan fácil dañar y curar. Las heridas no sanan tan pronto… Pero tú creías que sí.
                Pues hoy, 27 de septiembre, te he soñado. En color y todo. Bastante nítido. Estábamos en mi sofá, o en mi cama, o en mi cocina. Estábamos. Tú y yo, juntos, que es lo importante.  ¿Te has dado cuenta de lo que han cambiado las cosas?, ya no es “estábamos nosotros”, ahora somos solamente tú y yo. Desde hace mucho tiempo. Más de dos meses y dos días. Echo de menos cuando éramos nosotros. Pues estábamos ahí, tú y yo, juntos. Pero no eras tú. Al menos no completo. Habían venido todas las cosas que me gustaban de ti, todas. Tu risa, tu voz, tu espalda, tus sonrisas, tus cariños, tus gracias, tus bromas… y todas esas cosas buenas que tenías. Y te acompañaba yo. Mi parte más imperfecta. O al menos, siempre me pareció no ser lo suficientemente buena para ti… Era todo perfecto, tus manos, mis manos, tus dedos acariciando mis hombros y tu boca riéndose cerca de la mía. Perfecto…
                ¿Sabes cuándo en esas películas, de repente se pone el cielo negro y empieza a llover y ahí sabes que va a pasar algo malo? Pues igual. De repente, venías tú. Pero tú entero, sin dejar todas esas cosas que no nos gustaban. Y empezaba a llover, sí, dentro de mi casa, pero ya no sé dónde llovía exactamente, si en casa o en mis ojos. Venías y deshacías todo lo bueno que había pasado en menos de dos segundos… Como siempre. Y realmente, por muchas lágrimas y por muchas mierdas que hubiera, te eché de menos igual. Cuando el sol me despertó por la mañana y vi que no estabas, me sentí como si hubiera pasado una excavadora por encima de mí, como si todas las fuerzas que tuviera en el cuerpo se evaporasen y solo me quedasen las ganas de llorar y que vinieras tú a consolarme. Como siempre hiciste. Como hacías tan bien. El problema, es que esta vez no puedes consolarme, esta vez no quiero que lo hagas.  Lo peor es que sólo tú podrías hacerme feliz…

                Pero ya no es por la mañana. Y ya han pasado dos meses y dos días, aunque para ser exactos aún quedan 6 horas para hacer esos dos días. Y la verdad, no quiero que me sigas doliendo, no quiero nubes. Y en nubes, nosotros, siempre fuimos expertos.