Del espectáculo de verlo dormir me quedo, supongo, con el momento en el que se gira hacia mi y me abraza o, quizás, cuando entra la luz de la mañana y puedo verle la carita mientras está completamente dormido. Quizás esos dos momentos son mis favoritos. Lo peor, es que llevo seis meses viéndolo dormir casi a diario y aún así me alegra despertarme antes que él para pasarme una hora o dos mirándole mientras duerme... O pensando alguna maldad para despertarlo.
De cuando está despierto me quedo... Con todo, sin duda. Con sus tonterías, sus vaguedades, sus ganas de hacer cosas, su risa, sus mimos, que no me deje cocinar tranquila porque sabe que voy a salir completamente perjudicada de ello, con sus besos en la frente... Con todo, vaya.
Es que, en seis meses ha cambiado todo. Ha traído el sol. La luz. Pero sobretodo, ha traído mis ganas. Y por esto último, sólo por eso, es imposible que no lo quiera.